La lenta muerte del peruano río Rimac por contaminación de metales

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Por: Mariela Jara

 

LIMA – “A veces la minería no puede convivir con la agricultura ni la ganadería”, reflexionó Genaro Aguilar, un campesino de 80 años de la comunidad campesina San Antonio, en el municipio de San Mateo de Oteo, en las alturas de Huarochirí, una provincia de la región de Lima, en Perú.

Su comunidad está conformada por cerca de 280 personas que viven de la agricultura familiar y la ganadería a pequeña escala y son mayoritariamente nativas o mestizas.

El río Rímac, que nace en la vertiente occidental de la cordillera de los Andes es su fuente principal de agua y a la vez de la amenaza a la salud de la población por la alta contaminación de metales pesados que transporta, debido a relaves mineros en la cuenca alta.

En entrevista con IPS desde su localidad, ubicada a más de 3100 metros sobre el nivel del mar (msnm), Aguilar describió la angustia que experimentan de saber que están consumiendo agua que no es saludable por contener plomo, cobre y arsénico entre otros metales, en niveles preocupantes.

“Nosotros regamos nuestros cultivos con esta agua que automáticamente ingresa a la tierra, eso significa que la planta que sembremos, por ejemplo, la papa, va a producir un alimento contaminado. Y así con la oca (Oxalis tuberosa), el olluco (Ullucus tuberosus), las habas, el maíz que son para nuestro consumo”, alertó.

La exposición permanente a esta contaminación tiene impacto en la salud de las personas. “Los niños tienen la piel con escaras, así es cuando se tiene plomo y arsénico en la sangre. También afecta los huesos y más todavía a las mujeres gestantes”, indicó.

“Nos preocupa la presencia de metales pesados como el plomo, cadmio y arsénico. Este último lo hemos encontrado en todos los puntos analizados del río. Además, se ha hallado aluminio y cobre entre otros elementos, que superan los estándares de calidad ambiental”: Edwin Berrospi.

Las denuncias de Aguilar no se basan solo en experiencias y percepciones, sino en los resultados del estudio “Análisis de riesgos e impactos ambientales de la actividad minera en la cuenca alta del río Rímac”, presentados el 16 de julio en el unicameral Congreso Legislativo con el apoyo de la congresista Ruth Luque, representante del andino departamento de Cusco e integrante de la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos, Afroperuanos, Ambiente y Ecología.

El estudio lo hizo posible el esfuerzo conjunto de la Plataforma de Defensa y Promoción del Medio Ambiente de la Cuenca Alta del Río Rímac, de la que Aguilar forma parte al igual que otros pobladores de  localidades afectadas; la no gubernamental Red Muqui, y las católicas Comisión Episcopal de Acción Social, la Diócesis de Chosica y Cáritas.

La metodología de la investigación tuvo carácter participativo: las instituciones conformaron el equipo técnico que diseñó el trabajo y lo socializó con la Plataforma para incluir sus aportes.

Un objetivo central era proporcionar a la población afectada información sustentada científicamente con la cual formular propuestas de remediación a las autoridades de los diferentes niveles de gobierno.

La crisis de metales del Rimac se produce en un país que tiene a la minería  una base fundamental de su economía: aporta en promedio 20 % de sus ingresos, 15 % de su producto interno bruto (PIB) y 60 % de sus exportaciones, en una actividad que se concentra en los departamentos de los Andes y en los minerales de zinc, plomo, estaño, oro, cobre, plata y molibdeno.

De río hablador a río que grita contaminación

Conocido como el “río hablador”, la cuenca del Rímac supera los 3300 kilómetros desde su nacimiento en las alturas andinas por sobre los 5000 msnm hasta su desembocadura en el océano Pacífico.

En su recorrido de 160 kilómetros el Rimac atraviesa llanuras andinas, valles altoandinos y la zona costera desértica. Tiene además la importancia de abastecer 69 % del agua superficial a Lima, la capital peruana, con más de 11 millones de habitantes de los 33 millones del país.

Pero en el caso de las aguas del Rimac que llegan a la capital, estas son  procesadas en la planta La Atarjea donde pasan por un sistema de tratamiento para tornarlas potables y que sean aptas para el consumo humano. Eso sí, no hay precisión oficial que indique que el fluido también se libera de los metales pesados que acumula en su travesía.

La lenta muerte del peruano río Rimac por contaminación de metales