- La vida de este buen padre y dedicado Policía es una inspiración para otros miembros de la Policía nacional.
Por: Emilio Gutiérrez Yance
De extracción campesina, hijo de paisas y nacido el 1 de dic de 1982 en El Copey, César, Luis Alfredo Agudelo Herrera, se convirtió en un apasionado técnico en explosivos de la Policía Nacional donde lleva más de dos décadas de servicio. Su vida transcurre entre su familia y los momentos de angustia y peligro que representa esa especialidad.
Agudelo Herrera, ingresó a la Policía Nacional en marzo de 2002, dos años después, tomó la decisión de hacer parte del grupo de explosivos. “Cuando dije eso, un coronel me miró y me dijo ¿está loco? Era una decisión tomada a raíz de un accidente que tuve donde literal, volé por los aires, murieron tres compañeros y varios heridos”.
Su valentía y la ayuda de perros antiexplosivos, le ha permitido sortear situaciones complicadas, incluso el robo de un camión blindado en plena zona céntrica de Cartagena de Indias.
Lleva 18 años enfrentándose a explosivos de todo tipo, su amor por la Institución y su compromiso inquebrantable se han convertido en una inspiración para su esposa, sus hijos e hijastros, quienes lo consideran un auténtico héroe de carne y hueso.
La huella imborrable en la vida de Luis Alfredo, fue producto de la activación espontanea de una granada de aturdimiento hallada en zona selvática en medio de un operativo para capturar a un peligroso delincuente, perdió la falange distal del dedo índice, episodio que lo persigue, pero no lo detiene.
“El artefacto explota por vencimiento, estaba en la selva a donde llegamos para capturar a un criminal de apellido Urango, ese fue en el Urabá Antioqueño, en el momento que lo retiraba de manera técnica explotó, fue una explosión ensordecedora, grite y levante mi mano porque pensé que la había perdido, tres compañeros cayeron encima de mí, me prestaron los primeros auxilios y de inmediato llegó un transporte helicoportado me sacó de la zona, me llevaron al hospital y me restauraron el dedo pero mi calvario duró 7 meses”.
Al dolor por haber fallado ese día y la pérdida de su falange, se sumó el abandono de su entonces compañera sentimental que sin ninguna explicación se fue y lo dejó con un hijo, meses después llegó Carol, la mujer con la que vive y que desde ese entonces es un gran pilar para él, “ella me ayudó a salir de esa enorme tristeza que tenía y me enseñó que la vida continúa y es de retos”.
Durante su carrera, ha enfrentado momentos muy difíciles, ataques a bala y el atentado con una granada que lo lanzó por los aires. Siente miedo y pánico, pero se encomienda a Dios en cada operación, sabiendo que su familia lo espera en casa. Está activo en su especialidad y en calidad de encargado en la dirección de la SIJIN en Bolívar, su sueño es graduarse como comisario y ya está en ese proceso.
Sobre el caso en Cartagena de Indias, recuerda que los delincuentes robaron un camión blindado y dejaron unos tubos que generaron alerta de explosivos a su paso sobre la avenida Venezuela. Su valentía y dedicación fueron cruciales para resolver la situación complicada que al final resultó ser una falsa alarma, “Con todas las medidas de seguridad verifiqué la zona y pude darme cuenta que simplemente eran tubos sin ningún material explosivo, fue un elemento distractor, declaré la zona segura en medio de los aplausos de la gente”.
“A nosotros nos preparan para enfrentar a la muerte y cuando llegue ese día deseo ser recordado como un hombre que dio la vida por su amada Policía y su familia. “Mis hijos que me recuerden como un padre amoroso, dicharachero y siempre sonriente”.
Su trabajo tiene reconocimiento a nivel internacional, es docente escalafonado, avanzada de dignatarios y un verdadero héroe que, con su perro antiexplosivo y su valentía, ha dejado un legado inolvidable en la lucha contra el terrorismo. “Cada vez que desactivo un artefacto explosivo, es una derrota para los terroristas”.