Ender Emilio, el embajador que resuena la melodía vallenata en Ecuador

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Por: Emilio Gutiérrez Yance

En el corazón del Caribe colombiano, donde las olas del mar susurran secretos ancestrales y las brisas acarician con suavidad los recuerdos, nació un niño con el don de transformar el mundo en música. Ender Emilio Gutiérrez Yance, nacido un 2 de enero de 1980 en Santa Marta, Magdalena, es más que un simple acordeonero; es un mago que teje melodías con los hilos de sus sueños.

Desde sus primeros años, mostró una afinidad especial por la música. Su padre, Adalberto Emilio Gutiérrez Vizcaíno, con la esperanza de un futuro brillante para su hijo, le compró un acordeón. Ender, junto a su hermano Emilio, trabajaba para ayudar en casa y estudiaba por las tardes, mientras el sol samario pintaba su piel de dorado y sus sueños de colores. En el colegio, su talento no pasó desapercibido y lo llevó a su primera aparición en televisión en el programa «Sábados Felices», presentado por Alfonso Lizarazo.

La vida de Ender es una sinfonía de sentimientos, proyectada en un pentagrama con notas sentidas y melodías que parecen susurrar al oído de quienes las escuchan. Cada amanecer, cuando la luz corre a matar la oscuridad, su acordeón da vuelo a sus sueños y esperanzas. En esos momentos, una mujer se adueña de su memoria, transformando el dolor en música y haciendo posible la evocación de una reina vestida de gloria que desfila por la pasarela de sus recuerdos.

Las melodias que le saca a su acordeón tienen esa figura del amor anhelado y de aquello que por más que se quiera escuchar pocas veces encaja dentro de las distintas facetas de la vida. En fin, es donde el sol y la luna no solamente son protagonistas del día y la noche, sino que van más allá de las lágrimas ocultas.

Ender no solo toca el acordeón; lo vive. Sus melodías son una búsqueda constante del amor anhelado, una peregrinación a través de paisajes sonoros llenos de nostalgia y esperanza. Su habilidad para juntar las notas y crear la esencia de la dulzura es como un hechizo que convierte los atardeceres en lienzos vivos, donde cada acorde es un trazo de color y emoción.

Hace mas de 20 años, emprendió una travesía que lo llevó a recorrer varias ciudades de Colombia, dejando tras de sí una estela de notas y recuerdos. Pasó por Bogotá, Bucaramanga y Cali, hasta que un día le propusieron viajar a Ecuador para tocar en un restaurante colombiano. En Guayaquil, una tierra de calor y ritmos, encontró un nuevo hogar y una nueva familia musical. «En ese paraíso de amigos y largas parrandas, salí a darme a conocer por todas partes», dice con gratitud. Allí, la música de Lizandro Meza, Felipe Peláez y Los Diablitos resuena con fuerza, y Ender, con su acordeón, se ha convertido en un embajador de ese vallenato.

Es conocido como «El Mágico del Acordeón», lidera su grupo «El Mágico Vallenato». Admira a grandes acordeoneros como Omar Geles, Juancho Rois, David Herrera, y aunque su repertorio incluye éxitos de Silvestre Dangond y Diomedes Díaz, es la música romántica la que más resuena en tierras ecuatorianas. «Mujer Conforme», interpretada por el desaparecido cantante Jorge Oñate, es su canción favorita, le llega al corazón y que le recuerda los momentos de amor y lucha.

En Guayaquil, Ender cobra 300 dólares por hora y hasta 2,000 dólares por presentaciones en tarima, lo que le ha permitido mejorar su calidad de vida y apoyar a su familia en Colombia. Sin embargo, la distancia le pesa. «Lo más difícil es estar lejos de la familia, ver crecer a mis hijos solos. Quiero volver para estar con ellos», confiesa con tristeza. Sus hijos, de 15 y 18 años, son su mayor orgullo y su razón de ser.

La travesía de Ender ha sido complicada, llena de retos y sacrificios. Pero su acordeón, ese compañero fiel que aprendió a tocar observando al hijo de una profesora mientras su madre hacía labores de aseo y limpieza, le ha permitido transformar las dificultades en melodías. Ender ha tocado en ferias, parrandas y eventos, llevando siempre la bendición de Dios y la esperanza de un futuro mejor.

Es un hombre que pinta de colores su vida y no deja de sonreírle al destino, sigue luchando contra el viento con su acordeón. Su historia es un testimonio de pasión y perseverancia, donde la música se convierte en un puente que une corazones y culturas, llevando el folclor colombiano más allá de sus fronteras.

«Quiero que me recuerden con la canción ‘Mi Propia Historia'», dice con orgullo, porque en cada nota, en cada acorde, está la esencia de un hombre que ha sabido transformar su vida en un mágico vallenato.