A estudiar los clásicos

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Eduardo Verano de la Rosa

El estudio de los clásicos es un compromiso que los gobiernos de los Estados de las repúblicas tienen que fomentar y garantizar como una política permanente hacia toda la población, sin distingos de raza, condición social, sexo, religión y edad. Es sin lugar a dudas, el camino para construir cimientos espirituales de una gran sociedad porque son un tesoro incrustado en la tradición viva de la humanidad porque en ellos están los conocimientos creados y puestos a prueba a lo largo de la historia de la humanidad.

Su estudio implica el deber de crear un ambiente de pluralismo y tolerancia en el espacio público. Presupone el estudio de todas las culturas y el respeto a la diversidad del género humano. Es la idea rectora para formar en humanismo.

La lectura del libro “Emociones, democracia y anticolonialismo en Kant. El legado práctico del genio de Konigsberg” del jurista y filósofo Rodolfo Arango Rivadeneira constituye una sana invitación a estudiar los clásicos. Este es, en parte, el gran valor de este texto filosófico porque nos persuade, con razones, a que los clásicos deben ser estudiados en forma permanente, más aún a Inmanuel Kant que está más vigente que nunca.

Una obra clásica es un modelo de vida digno de ser imitado, en consecuencia, su estudio sirve de inspiración y orientación para la formación del espíritu humano, lo que permite el fortalecimiento de la vida comunitaria de una sociedad y crea las bases para obedecer las normas sociales y una convivencia en paz.

El concepto de formación en el espíritu del humanismo y en crecimiento moral y político de los integrantes de una sociedad deben tener como eje el estudio de los clásicos porque implica construir un proceso cultural complejo de altísima calidad en el que se tiene que involucrar a todas las fuerzas vivas de la sociedad.

Se puede afirmar que la falta de políticas en crecimiento moral y espiritual de la sociedad es lo que ha permitido que en los escenarios privados y públicos crezca y se multiplique la corrupción porque como bien lo reflexionaba el emperador y filósofo romano Marco Aurelio en sus “Meditaciones”: la peste de la corrupción humana es peor y más difícil de combatir que la biológica porque estas últimas pasan, pero las deplorables costumbres del hombre son difíciles de erradicar.

El estudio de los clásicos implica un compromiso de las autoridades, proteger a quienes los estudian es muy relevante porque de tanto hacerlo se forma una capa de humanistas en la sociedad que se convierten en herederos y sumos sacerdotes de la tradición humanista, lo que conduce a una construcción social más ordenada, justa y en paz.

Lo anterior es lo mismo que concluir que sin humanistas y el humanismo es imposible que la sociedad pueda construirse en paz. Y si ellos y ellas son docentes, así no lo sean de profesión, son hombres y mujeres cultas que siembran y alimentan al espíritu de la humanidad en humanidad.

Por tanto, la reflexión final es que el buen gobierno debe comprometerse con el estudio de los clásicos, fomentar su análisis, educar en sus formas de reflexionar, en su visión de la humanidad. Y, debe proteger y rodear de afecto y respeto a quienes estudian y educan en los clásicos: los humanistas. Mi compromiso espiritual y moral es investigar y reflexionar acerca de los clásicos y promover su heredad conceptual.