Metamorfosis Carnavalera

0
69
Foto: Lewis A. Forest B. - La Otra Verdad
Por: Lewis A. Forest B.
  • La RAE define Metamorfosis como el cambio de algo en otra cosa.

Siempre he pensado que las cosas no suceden porque sí, siempre hay algo que mueve al mundo, algo que algunos llaman destino, otros Dios, otros piensan que es suerte y los más escépticos lo llaman casualidad.

Alguno de estos factores motivó mi llegada a Barranquilla, una ciudad en la que había estado cuando niño, en que la que estudié tercero de primaria y en la que mis vagos recuerdos traen a mi mente una Barranquilla muy diferente, donde el agua escaseaba y la vendían en latas metálicas que traían atravesado un palo de escoba y que los vendedores llenaban de carrotanques recorriendo los barrios.

Para esa época, a mis ocho años el Carnaval era simplemente una fiesta de barrio en la que el agua era empacada en bolsas de bolis que se lanzaban entre los vecinos en una guerra sana, que acompañaban con su inseparable amiga la maicena.

Foto: Lewis A. Forest B. – La Otra Verdad

Nuevamente volví a Barranquilla, esta vez en condiciones muy diferentes, viviendo mi rol de periodista y con una fijación en mi mente, quería descubrir por qué les gustaba tanto el Carnaval, qué tenía de especial esa fiesta en la que hombres disfrazados de mujeres bailaban con vistosos vestidos y maquillados de una manera casi que ridícula; no entendía por qué había personajes con ojos exagerados, grandes orejas y largas narices, que con chalecos y pantalones de colores remendados parecían alejarse de la realidad y le mamaban gallo a todo mundo o incluso, no entendía la gracia de restregarse aceite quemado en el cuerpo, pintarse los labios de rojo intenso, ponerse un sombrero adornado con moños de colores y con morisquetas salir a bailar con tanta descoordinación que parecían poseídos por el mismo demonio.

Pero lo que más trabajo me costaba aceptar era por qué se reunían todos a pleno sol de mediodía a bailar durante cerca de tres kilómetros, esto era algo incomprensible para mí, pero había algo aún peor y era que lo hacían no uno, sino tres días.

Foto: Lewis A. Forest B. – La Otra Verdad

Como buen periodista decidí adentrarme en el mismo Carnaval para entender lo que a simple vista era una cosa de locos.

De eso hace 14 años, en ese lapso he sufrido lo que defino como una ‘metamorfosis carnavalera’, entendí que las Farotas de Talaigua, lejos de ser hombres afeminados eran guerreros que defendían el honor de sus mujeres y que se vistieron como ellas para que cuando el español llegara a violarlas se encontraran con una feroz venganza.

Entendí que las marimondas son la burla a la clase alta y que su mamadera de gallo refleja la alegría y el desparpajo de toda una región, evolucionaron, aprendieron a bailar y ahora son el personaje favorito de miles de asistentes que aún no entienden cómo le hacen para dar saltos sentadas, haciendo rebotar sus nalgas en el pavimento cuando están demasiado eufóricas, pero esto, no hay que entenderlo, sencillamente hay que disfrutarlo.

Foto: Lewis A. Forest B. – La Otra Verdad

Aprendí que Son de Negro no era una burla a la raza afro, al contrario, es una exaltación de su ingenio al simular con su danza que estaban poseídos y así generaban temor ante el hombre blanco para que no los castigaran.

Aprendí a amar a la cumbia y entendí que representa un continuo coquetear entre el hombre y la mujer, noté que cuando suena el tambor ellas mueven las caderas de manera casi que automática como si viniera insertado en el ADN Caribe y si es la gaita la que suena, el hombre inmediatamente se agacha bailando con pasitos cortos y suaves en torno a ella y con el sombrero en la mano lanza al aire un ‘juipití juipití’ que sale como un grito de guerra y se prolonga en el tiempo creando una euforia colectiva en los presentes que se siente en la piel y en el alma.

Supe la diferencia entre una danza de Tradición como Congo, Garabato, Mapalé, Son de Negro o Cumbia, de una danza de relación que son las que tienen un argumento hablado que es relatado a medida que se ejecuta, entre ellas encontramos el Paloteo, Coyongos, Aves, Gallinazos y el Caimán, estas a su vez son diferentes a las Danzas Especiales, que también son propias de la región Caribe, pero con la diferencia que no hablan, entre ellas, los Diablos Arlequines, los Indios, Las Farotas y el gusano.

Foto: Lewis A. Forest B.- La Otra Verdad

Y ni qué decir de Joselito Carnaval, ese mítico personaje que representa el jolgorio que se vive y que luego de intensas parrandas y de muchos excesos se muere, pero revive y revive el miércoles de Ceniza y sin asomo de vergüenza o arrepentimiento se alista para planear minuciosamente lo que serán las carnestolendas del próximo año.

Foto: Lewis A. Forest B.- La Otra Verdad

Pero lo más importante es entender que todo este mundo llamado Carnaval, hace parte de una cultura en la que confluyen muchas culturas más, pero todas con un mismo hilo conductor: el ADN Caribe que se adquiere desde que se nace o como yo, aprendiendo a través de las vivencias y de las experiencias en 13 carnavales en los que he estado.

Esta metamorfosis me llevó a vivir, sentir y disfrutar de la gran fiesta cultural a aprender de carrozas, de danza, de disfraces, pero sin lugar a dudas, la metamoforsis me transformó en un carnavalero más que ama y quiere la tradición.

Ahora, aparte de haberme insertado el chip carnavalero, difundo esa cultura por todo el mundo a través de mis videos que cuentan miles de historias de una fiesta que, para gozarla, hay que vivirla.