Por: Emilio Gutiérrez Yance
David Enrique Gamarra Carvajal nació el 28 de marzo de 2000 en El Carmen de Bolívar. Desde su llegada al mundo, la vida lo marcó con las cicatrices del dolor. Su madre, Digna Luz Novoa Gamarra, fue una de las viudas de la Masacre de los Galleteros, ocurrida el 3 de enero de ese mismo año. Al ser huérfano de padre y ver a su madre sumida en el luto, David quedó bajo el cuidado de su abuela, Amalia Gamarra Carvajal.
Amalia era una mujer fuerte y tenaz que trabajaba en una empresa de tabaco, luchando por mantener a sus once hijos. David creció en un hogar donde el amor y el sacrificio eran evidentes, pero también donde la escasez de recursos era una constante. Desde pequeño, sintió un profundo agradecimiento hacia su abuela por el esfuerzo que hacía para criarlo. La figura de Amalia se convirtió en su inspiración y su pilar.
A lo largo de la infancia, David soñó con ser policía. Este deseo nació de las historias que escuchaba sobre la fuerza y el honor de los hombres y mujeres que servían a la comunidad. En su mente, la Policía Nacional era una institución atractiva, sólida y prestigiosa un verdadero símbolo de protección y esperanza. Este anhelo lo acompañó incluso cuando la vida se tornó complicada.
En 2019, la deserción escolar lo golpeó. La situación económica de su hogar se volvió crítica y David sintió la necesidad de ayudar. Con solo diecinueve años, dejó los estudios para contribuir a los gastos familiares. Sin embargo, a pesar de las adversidades, nunca dejó de soñar. Un día, su prima le mencionó una convocatoria para la Policía Nacional, y esas palabras encendieron nuevamente su deseo de retomar la educación. Quería ser el primero en su familia en obtener un título, retribuyendo así a su abuela todo lo que había hecho por él.
Decidido, David se postuló para el proceso de selección. Fue un momento decisivo, un paso hacia la realización de su sueño. Sin embargo, sabía que necesitaba apoyo para continuar su educación. Dios permitió que encontrara en su camino al teniente Jordán Jafeth Meza De La Hoz, comandante de la estación de Policía de Arjona, un mentor que cambiaría su vida.
El teniente se interesó por la historia de David y entendió su determinación. Se convirtió en su mecenas. Fueron varios los gestos de generosidad del oficial y eso le facilitó el acceso a la educación, y le abrió una puerta que antes parecía completamente cerrada.
Para David, el teniente simbolizaba el verdadero espíritu de la Policía Nacional, una institución que va más allá de la seguridad pública, apoyando el desarrollo integral de sus miembros.
Con el respaldo del teniente, David logró graduarse de bachiller, un objetivo que parecía inalcanzable. Cada paso que daba estaba impregnado de gratitud hacia su abuela y el teniente, quienes creyeron en él cuando las circunstancias eran adversas. Ahora, con su diploma en mano, mira hacia el futuro con esperanza.
La historia de David es un testimonio del impacto positivo que puede tener el apoyo en la vida de una persona. A través de su experiencia, se destaca el compromiso de la Policía Nacional de Colombia con el desarrollo integral de sus miembros. En el seno de esta institución, se cultiva una profunda hermandad que impulsa a cada uno a superarse, creando un entorno donde el apoyo mutuo se traduce en oportunidades de vida.
David, lleno de agradecimiento y motivación, refleja el espíritu de servicio que caracteriza a la Policía Nacional. Su camino, marcado por el amor, la perseverancia y el realismo mágico de los sueños cumplidos, es un ejemplo de cómo los deseos más profundos pueden hacerse realidad. La historia de este joven es, sin duda, una luz de esperanza para todos aquellos que luchan por un futuro mejor.