Coronel Alejandro Reyes Ramírez: “Dios y Patria son más que palabras; son el norte de mi vida”

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Por: Emilio Gutiérrez Yance

El coronel Alejandro Reyes Ramírez es mucho más que un oficial de la Policía Nacional de Colombia; es un emblema de valor, sacrificio y superación. Su presencia se acompaña de una accesibilidad que invita a conocer su historia, una narrativa tejida con hilos de lucha y resiliencia. Cada parpadeo de su mirada refleja experiencias que lo han forjado como un referente en la Institución.

Creció en un entorno donde el servicio y la entrega eran valores fundamentales. Sus abuelos, Inocencia y Sinforoso, vinculados a la Policía —ella en servicios generales y él como Carabinero— le inculcaron desde pequeño un sentido de deber que se consolidó a través del ejemplo de su madre, Bárbara. Aunque con un nivel educativo limitado, ella dedicó más de dos décadas a servicio generales de la misma Institución, sacrificando todo por el bienestar de su hijo. “Ver a mi madre trabajar incansablemente desde las cinco de la mañana me enseñó el valor del esfuerzo”, recuerda con nostalgia y admiración.

Su vida ha estado marcada por la perseverancia. Enfrentó dificultades económicas, pero su madre nunca titubeó en endeudarse para financiar su carrera en la Policía. En su camino, encontró obstáculos y también ángeles que lo guiaron, como el cabo Varón, quien creyó en él y le prestó el dinero necesario para inscribirse en el curso de oficiales. “Págueme siendo un buen policía y una buena persona”, le dijo, un mantra que lleva grabado en su corazón.

Su ingreso a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander en 1996 marcó el inicio de una carrera llena de desafíos y logros. Su primer destino, San Andrés Islas, no solo le permitió conocer el mar, sino que también le enseñó a enfrentar sus miedos, enfatizando la importancia de la dirección y el enfoque en la vida.

Cada anécdota en su trayectoria es un testimonio del espíritu resiliente que caracteriza a muchos policías en Colombia. Desde enfrentamientos con guerrillas hasta el descubrimiento del valor del trabajo en equipo, Alejandro ha aprendido que el sacrificio es recompensado cuando se trata de ayudar a los demás. “Cuando uno ayuda a la gente a superarse, esa es la misión cumplida”, reflexiona con convicción.

El camino del coronel ha estado repleto de desafíos. Desde su rol como subcomandante en Norte de Santander hasta su liderazgo en la Región de Antinarcóticos N° 7 en Guaviare, ha tenido que afrontar realidades desgarradoras. “Lo más duro es entregar el cadáver de un policía a su familia”, confiesa, con la voz entrecortada, revelando el peso del sacrificio que lleva sobre sus hombros.

Una de las experiencias que más lo marcó ocurrió en Providencia, Nariño, donde tras entregar una estación a otro subteniente, esta fue atacada seis días después. “Siempre hubo alerta, pero fortalecimos nuestra estrategia para que no nos pasara nada”, recuerda con gratitud por el tiempo que pasó allí. Más tarde, en Pasto, un sacerdote le dijo: “Teniente, usted tiene un ángel”, a lo que él respondió que su verdadero ángel eran las oraciones de su madre, que lo acompañaban en cada paso.

Durante su servicio en Norte de Santander, una visita de un señor general y políticos terminó en un ataque guerrillero que dejó un herido, que posteriormente fue trasladado a la ciudad de Cúcuta y días después muere a causa de unas esquirlas en su cerebro. “Un artefacto explosivo cayó justo donde yo había estado hablando con un mayor. Si hubiéramos tardado 20 segundos más, no estaría echando este cuento”, afirma, sintiendo nuevamente la protección de Dios y de su madre.

Su trayectoria hacia la graduación fue un testimonio de esfuerzo y apoyo incondicional. Recuerda cómo, a pesar de las voces que le decían que no tenía posibilidades, su madre siempre estuvo a su lado: «Yo lo apoyo». En su hogar, el recibo de matrícula era una preocupación constante, un símbolo de su lucha por un futuro mejor.

Gracias a los sacrificios de su madre, logró graduarse. Tres años después, al acompañarla en la dirección general, se encontró con un sargento que siempre había puesto obstáculos a su madre. “Mucho gusto, subteniente Alejandro Reyes Ramírez”, se presentó, reafirmando que los sueños sí se cumplen. Estas experiencias cimentaron su compromiso de ayudar a otros a superarse, un principio que considera su “misión cumplida”.

La pandemia de COVID-19 trajo consigo una profunda pérdida: la muerte de su madre el 20 de agosto de 2020 a consecuencia de un cáncer de páncreas. “Me tocó asumir todo solo; fue un momento muy doloroso. Esa amarga experiencia me hizo valorar más que nunca la unidad familiar”, dice, con tristeza palpable. La fortaleza de su madre sigue siendo su inspiración constante.

Cada acción que emprende lleva consigo la memoria de su madre, quien siempre creyó en él. Aun en su ausencia, ella es la luz que ilumina su camino. Conserva un escapulario que le regaló, un amuleto que, según sus palabras, lo protege y lo guía.

El coronel Reyes no solo es un líder en el campo; es un intelectual comprometido con el cambio social. Con 40 condecoraciones y más de 160 reconocimientos, así como una carrera como piloto comercial, se ha ganado el respeto de colegas y subalternos. Sin embargo, su mayor orgullo radica en su familia: sus hijos, Valentina y Santiago. “Dios y Patria son más que palabras; son el norte de mi vida”, declara, reflejando cómo estos valores han guiado su vocación.

Como comandante del Departamento de Policía Bolívar, su enfoque va más allá de garantizar la seguridad; busca transformar la imagen de la policía. “Queremos que la gente no vea a un policía represivo, sino, a un amigo”, afirma. Ha impulsado iniciativas que van desde llevar agua a comunidades vulnerables hasta recuperar parques y establecer programas educativos en colaboración con comunidades indígenas y afrodescendientes, construyendo puentes de confianza entre la policía y la ciudadanía.

La historia del coronel Alejandro Reyes es un poderoso testimonio de resiliencia. En su mente aún está el recuerdo de aquel ataque guerrillero que casi le costó la vida. “Si hubiéramos tardado 20 segundos más, no estaría echando este cuento”, reflexiona, sintiendo la protección de Dios y de su madre en cada momento crítico.

El legado del coronel Alejandro Reyes Ramírez trasciende sus logros personales. Representa la esperanza de un cambio en la percepción de la policía y un camino hacia un futuro más justo y solidario en Colombia. Su vida es un claro ejemplo de que la verdadera grandeza reside en el servicio a los demás, resonando el eco de un compromiso renovado: un paso adelante en la construcción de un nuevo capítulo en la historia de su país.