- En la carretera de Turbaco a Cartagena, se escribió una nueva página de heroísmo._
Por: Emilio Gutiérrez Yance
Era una tarde calurosa de domingo, y el sol del Caribe brillaba implacable sobre la carretera que conecta Turbaco y Cartagena de Indias. La rutina en el puesto de carretera se desarrollaba con normalidad hasta que una emergencia rompió la calma.
El carro de un hombre de la tercera edad se estaba incendiando en plena carretera, a escasos 300 metros del puesto de control. Don Fernando, un hombre de 65 años, había llevado su vehículo a un taller en Turbaco para arreglar un problema eléctrico. Sin saberlo, el mecánico había dejado un trapo en el motor, que al hacer contacto con una chispa, provocó un incendio.
El Subintendente Nairo Beltrán Parra y el patrullero Luis de Ávila Cañate, ambos adscritos a la seccional de Tránsito y Transporte y miembros del cuadrante vial de Turbaco, se movilizaron de inmediato. El humo negro que salìa del automotor evidenciaba el peligro.
Don Fernando, atrapado en su carro, sentía el calor abrasador y la desesperación aumentaba con cada segundo. Sus ojos reflejaban el pánico de perder lo que con tanto esfuerzo había comprado y solo arriesgaba su vida tratando de sofocar las llamas fue en ese instante de desesperanza que emergieron los héroes uniformados.
El Subintendente Beltrán, con una valentía imparable, echó mano de un extintor y se lanzó hacia el vehículo para apagarlo, mientras, el patrullero de Ávila, con rapidez y decisión ayudaba a Don Fernando atacado por los nervios y el humo. El temor era que el fuego se esparciera y consumiera todo el automotor.
Los testigos del hecho, observando desde la distancia, contenían la respiración mientras los héroes actuaban. El calor del fuego y el humo hacían difícil la tarea, pero la determinación y el coraje de Beltrán y de Ávila no flaquearon ni un instante. Cada segundo contaba, y la adrenalina corría por sus venas.
El incendio fue sofocado y Don Fernando, aunque conmocionado un poco asfixiado con el humo, estaba a salvo. Agradecido, con lágrimas en los ojos, abrazó a sus salvadores. En ese momento, no eran solo policías, eran ángeles guardianes que arriesgaron sus vidas para salvar la suya.
La noticia del heroico rescate se difundió rápidamente por la región, y el Subintendente Beltrán y el patrullero de Ávila se convirtieron en símbolos de valor y dedicación. Su historia, contada y recontada, inspiró a todos aquellos que creen en la fuerza de los actos desinteresados y valientes.